La grasa esta constituida por células llamadas adipocitos, cuya principal función es la de almacenar las reservas energéticas. Así pues, estas células acumulan la energía en forma de lipidos y las devuelven en caso de que el organismo la necesite.
Estos adipocitos se presentan en forma de pequeños montones de grasos, separados por tejido conjuntivo fibroso. Estos nódulos grasos se reparten en racimos entre la dermis (tejido que constituye la capa profunda de la piel) y el musculo. Cuando los adipocitos acumulan mas energía de la que devuelven, su tamaño tiende a aumentar considerablemente, iniciándose la invasión grasa.
A menudo, en la mujer, se observa en la superficie de la piel de los glúteos y las caderas múltiples depresiones mas o menos profundas denominadas vulgarmente "piel de naranja". Este aspecto se debe a la existencia, en estas regiones del cuerpo, de tractos fibrosos inextensibles que unen, a modo de pequeños cables, la envoltura de los músculos con la cara profunda de la piel a nivel de las depresiones, haciendo que el tejido graso sobresalga bajo la piel en los intervalos.
Esta particularidad tiene un efecto importante en la mujer: cuando el organismo consume menos calorías de las que absorbe, las reservas grasas aumentan. Esta grasa "celulitica" subcutánea esta compartimentada por una trama de tejido conjuntivo fibroso, y por lo tanto comprimida, que a su vez comprime los vasos linfáticos y sanguíneos que la recorren disminuyendo el ritmo de los intercambios orgánicos de manera que dificulta la llegada de la sangre encargada de llevarse los ácidos grasos almacenados. No es complicado entender que es muy difícil para el organismo conseguir movilizar estas grasas localizadas y que un entrenamiento, incluso intensivo, tendrá serias dificultades en hacerlas desaparecer totalmente. Por ejemplo, no es de extrañar ver como a mujeres sometidas a un régimen severo adelgazan, pierden los senos, pero... siguen conservando las caderas.
Las causas hormonales: las hormonas también intervienen en el aumento de la aparición de la celulitis. En efecto, en la mujer, las variaciones hormonales, y especialmente un aumento excesivo de estrogenos durante el ciclo menstrual y durante el embarazo, favorecen la retención de agua subcutánea. Esta retención de agua, asociada a la grasa, comprime los vasos linfáticos y sanguíneos, lo cual, a su vez, disminuye el ritmo circulatorio y hace que las reservas energéticas subcutáneas sean todabia mas difíciles de movilizar.
Sin duda, estos sistemas de protección y de economía de las grasas en la mujer han ido instalándose a lo largo de la evolución para mantener las reservas de grasa con las miras a movilizarlas durante los seis últimos meses del embarazo y durante la lactancia en caso de escasez.
Via nosoloentrenamiento.com
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