Ya durante el propio embarazo, como vimos en otro artículo, la sexualidad de la pareja se transforma y además implica afrontar diferentes situaciones y creencias que se van presentando. Luego del parto, en esa etapa que desde la medicina se denomina “puerperio”, la realidad va a cambiar aún más.
Varios factores conspiran como para reducir drásticamente (a veces a cero), la frecuencia sexual. Desde el punto de vista físico, se requiere de un tiempo de recuperación tras las heridas de la episiotomía o cesárea, según sea el caso.
Las alteraciones del sueño, que ocurren con las demandas permanentes del bebé, tienen también su impacto en el humor, el estado de ánimo y el deseo sexual. Cuando la mamá amamanta, acontecen cambios hormonales notables relacionados con el aumento de la prolactina que producen la reducción o incluso anulación del deseo sexual.
Visto desde lo psicológico, la mujer (por una cuestión natural y adaptativa) concentra su atención y sus energías en esta nueva criatura que ha venido al mundo. El resto pasa a segundo plano. Además puede que no se sienta del todo cómoda con su cuerpo, tanto desde lo estético así como en diferentes aspectos de su salud. Finalmente, la pareja experimenta cambios que quizás podían preverse, pero que de todos modos se sienten fuertemente.
La pérdida de la intimidad, en la medida en que casi todo el tiempo hay un nuevo personaje entre los dos. Los problemas prácticos a resolver como la organización de los tiempos, la economía, los cuidados del bebé. Las discusiones producto del stress y los cambios que ocurren que a veces producen sentimientos de exclusión, abandono o celos (particularmente en el hombre).
Y cuando el encuentro sexual se produce, más allá de la frecuencia puede haber una pérdida de la calidad en la medida en que a veces son rápidas, con pocos juegos y bajo presión.
Algunos consejos para parejas en esta situación:
• Asesorarse sobre métodos anticonceptivos, si es que no desean un pronto embarazo. Esa preocupación en algunas ocasiones perturba la vida sexual.
• La primera vez luego del parto debe ser con mucha cautela, casi como si se tratara de una mujer virgen. Dedicarle mucho tiempo a los juegos, utilizar lubricante soluble en agua, y que la penetración sea lenta y cuidadosa.
• Si bien no es bueno obligarse a tener una determinada frecuencia sexual, tampoco es positivo que se abandonen a la posibilidad de que el deseo surja espontáneamente (cosa que generalmente no ocurre en esta situación). Mantener ciertos espacios de intimidad solo para la pareja y dedicarse ese tiempo a darse placer, es una clave importante.
• Dialogar acerca de los conflictos y las creencias que tienen acerca de su sexualidad. Puede que hagan una interpretación incorrecta sobre lo que la pareja está haciendo o pensando.
• Finalmente, no olviden que esta etapa, como tantas otras, implica ejercitar la paciencia como una verdadera demostración de amor.
Via discoverymujer.com
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