¡Verónica!, trabaja, estudia, es casada y cuida a su mamá quien tiene una enfermedad crónica degenerativa.
¡Alma!, se encarga de atender su casa: lava, plancha, hace de comer, arregla la casa, atiende a sus tres pequeños hijos y por supuesto a su esposo.
¡Mary! es ejecutiva en una empresa importante, todo el día se la pasa arreglando problemas de su trabajo y sus horarios no le permiten descansar, incluso tiene más de dos años que no tiene vacaciones, por lo que la mayor parte del tiempo se siente cansada.
¿Qué tienen todas estas mujeres en común?: viven constantemente con estrés.
La enorme importancia de la participación de la mujer en diferentes ámbitos de la vida tiene un costo no solamente económico, espiritual y social, sino también fisiológico. Ser maestras, doctoras, perfeccionistas, simpáticas, inteligentes y multifacéticas se refleja en su cuerpo y mente.
¿A quienes afecta el estrés?
Se puede decir que el estrés no respeta edad, raza, escolaridad, profesión, cultura, ni posición económica, por supuesto tampoco género. Todos estamos expuestos a experimentar alguna situación estresante en algún momento de nuestras vidas. Sin embargo, existen personas que son más susceptibles a experimentar de forma más negativa sus efectos, tal es el caso de las personas enfermas, los niños, quienes son muy tímidos y por supuesto las mujeres que no tienen algún método para contrarestarlo.
En los años sesentas los psiquiatras Thomas Holmes y Richard Rahe, elaboraron una escala de reajuste social la cual contemplaba factores estresantes, enlisto por su vigencia algunos de ellos: la muerte de un familiar, la separación o divorcio, casarse, despido laboral, reconciliación con la pareja, enfrentamientos con la pareja, embarazo, jubilación, cuando un hijo abandona el hogar, las vacaciones, el cambio de domicilio o de escuela de los hijos. Otros más son como un goteo constante y están asociados al estrés crónico que viven algunas mujeres: lavar, planchar, hacer la comida, llevar y traer de regreso a los hijos de la escuela, ir de compras al super, estar al pendiente de los servicios de la casa (agua, luz, teléfono, etc.), las reparaciones menores o mayores de la casa, la tarea de los hijos y más.
Una situación que nos causa tensión genera una serie cambios fisiológicos y psicológicos al mismo tiempo.
Shakespeare decía: “las cosas no son buenas ni malas, solo la mente hace que lo sean”. De esta misma forma, siendo el estrés una respuesta de enfrentamiento o huida ante eventos estresares, cada ser humano va a registrarlo en su mente y cuerpo de manera distinta.
Afecciones respiratorias, gástricas, dermatológicas o cardiacas, pueden ser secuelas de un desequilibrio emocional, padecimientos que se conocen como psicosomáticos y que en México los presenta entre 10 y 40 por ciento de la población. Especialistas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) indican que, de forma eventual, las emociones pueden deteriorar la salud y generar, incluso, malestares físicos como: asma bronquial, resfriados, obesidad, úlcera gástrica, artritis reumatoide, dermatitis, e hipertensión arterial, que en realidad podrían tratarse de una manifestación a conflictos emotivos no resueltos. (Afectan problemas emocionales salud de las personas).
Una persona que estresada pueden enfermar desde los pies hasta la cabeza y presentará las siguientes reacciones en su cuerpo:
Disminución del flujo sanguíneo periférico, con el consiguiente aumento de la tensión arterial (piel, vísceras, etc.) para una mayor irrigación de cerebro, corazón y suprarrenales, indispensables para la supervivencia.
Aumento del ritmo cardíaco (taquicardia).
Aumento del ritmo respiratorio (taquipnea).
Iridodilatación o miosis, para ampliar el campo visual.
Detención temporal del tránsito intestinal.
Contracción de esfínteres internos.
Inhibición de la micción y defecación.
Inhibición de los mecanismos de excitación sexual.
Aumento de la transpiración o sudoración como mecanismo de refrigeración del organismo.
Piloerección (pelos de punta). (Selye citado en Barrera, 2004)
Algunas reacciones que se ven:
Aislamiento.
Comportarse más callada o reservada de lo común.
Sentir mucho sueño, insomnio o cualquier alteración del sueño.
Falta de apetito o comer en exceso (generalmente por ansiedad).
Sentir temor de realizar actividades cotidianas
Sentir aburrimiento o sin ganas de hacer alguna actividad.
Aparición de granitos o ronchitas (dermatitis) sin causa aparente y solo en situaciones de tensión.
Sentirse enferma (vómito, diarrea o dolores diversos) anticipadamente ante eventos que antes le eran placenteros (somatizar los problemas).
Discutir constantemente o estar molesta e intolerante.
Expresar tener miedo a algo no específico (angustia).
Ganas de echarse a correr o desaparecerse por un tiempo.
Las reacciones que no se ven:
Sudoración de pies o manos.
Aumento del latido cardiaco.
Sudar frío.
Experimentar pensamientos negativos.
Colitis nerviosa.
Ansiedad (nerviosismo, aunque físicamente se vean bien).
Angustia (miedo a algo no identificado).
Entre otras más, pues la lista es interminable.
¿Cuáles son las consecuencias más adelante?
Generalmente poco caso se les hace al estrés; sin embargo, las consecuencias pueden ser muy serias y se pueden presentar, y durar desde la niñez hasta la edad adulta, tales como:
inestabilidad emocional o poca capacidad para controlar sus emociones,
timidez o fobia social: conocer a nuevas personas, a hablar en público, a usar baños públicos, a comer en público, a preguntar un dato o calle a una persona, etc,
Desórdenes de la alimentación: anorexia o bulimia,
Inseguridad,
Baja autoestima,
Nerviosismo,
Depresión,
Problemas de aprendizaje asociados al estrés,
Crearse inconscientemente enfermedades psicosomáticas,
Abuso de sustancias tóxicas,
Complejos: inferioridad, de grandeza, etc.
Trastornos obsesivos compulsivos,
Comportamientos antisociales o diversos trastornos de la personalidad.
¿Qué hacer?<
Cuatro sencillos pasos para equilibrar el estrés
Identificar las fuentes del estrés: Vale la pena hacer un inventario de las cosas que nos estresan.
Reestructurar prioridades: Si necesito hacer veinte actividades, necesito empezar por una, puede ser la más sencilla o la más compleja, pero hacer una a la vez.
Cambiar las respuestas frente al estrés: Si no puedo cambiar de trabajo, de hijos, de familia, entonces, necesito aprender a convivir con las personas que tengo o están a mi alrededor.
Encontrar métodos para manejarlo: hacer uso de diferentes actividades para equilibrar los eventos estresantes (hacer ejercicio, leer, jugar, ver un rato la tele, escuchar música, aprender técnicas de relajación, darse un masaje, etc.)
Es importante seamos capaces de detectar las señales que nos mandan nuestro cuerpo cuando está en una situación de estrés. Si nosotros aprendemos a manejar nuestro propio estrés podremos ayudarles incluso a nuestra familia a manejarlo también. Resulta muy conveniente:
Aprender técnicas de relajación:
Respirar lenta y profundamente
Visualizar solucionando positivamente las situaciones estresantes (visualización creativa)
Practicar actividades con los hijos o la pareja que permitan tener una convivencia sana: caminar en el bosque, jugar juegos de mesa, inventar juegos, practicar solo por diversión algún deporte, etc. Los padres estresados, tienen hijos estresados.
Escuchar música (musicoterapia).
Asistir algún espectáculo: teatro, danza, cine, museos (algunas actividades los domingos son gratuitas).
En caso de que las propias madres no sepan manejar su estrés ni el de sus hijos pueden acudir a una ayuda profesional.
Una alternativa más es tomar un tratamiento breve con la tecnología del campo electromagnético pulsante de baja frecuencia. Es una terapéutica, indolora, completamente natural, sin efectos secundarios y de bajo costo.
Via psicoactiva.com
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