Si hablamos de un parto natural es hablar de algo espontáneo, pero en algunos casos, esperar a que este momento llegue por sí solo conlleva ciertos peligros para el bebé o para la embarazada y esto obliga a adelantarlo de forma artificial, de ahí el parto inducido.
Según los datos de la Organización Mundial de la Salud, la inducción al parto también tiene sus propios riesgos. Por este motivo, tan solo se debe practicar cuando si se finaliza el embarazo, ello reporte para la salud de la gestante y del feto beneficios superiores a los de continuar con la gestación.
Este tipo de partos está indicado para cuando el riesgo de continuar con el embarazo tanto para la madre como para el feto sea mayor que los riesgos que implica la inducción y son en los siguientes casos:
Cuando se prevén complicaciones maternas o fetales en el caso de parto espontáneo. Embarazos que superan las 41-42 semanas, por el riesgo de que el bebé y la madre sufran alguna complicación.
Cuando el feto está en peligro de no recibir los nutrientes o el oxígeno suficiente a través de la placenta y deja de crecer dentro del útero. Si el bebé sufre alguna patología o malformación que requiera de un tratamiento o una intervención inminente o cuando la madre registra síntomas de preeclampsia.
También si la madre rompe la bolsa, pero no comienza el trabajo de parto en un periodo máximo de 24 horas y tiene riesgo de contraer infecciones. Cuando ha ocurrido la muerte fetal en el útero o cuando la madre tiene alguna enfermedad que puede poner en riesgo su salud o la del bebé, como diabetes gestacional o hipertensión.
También puede suceder que haya un parto inducido por una decisión electiva de la embarazada por motivos personales, laborales o de otra índole particular. Según la OMS, en algunos países, el 10% de los partos son inducidos por elección.
Fuente: centromujer.es
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